“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído”(1).
Se define Borges, en primer
lugar, como lector. Como un lector de páginas selectas, que atesora en su
persona como un intangible que lo diferencia y precisa.
Este espíritu de exaltación
de las buenas lecturas fue sin duda también el motor de concreción y
continuidad de la Exposición del Libro Católico a lo largo de su existencia.
Si, como dice otro poeta, “veinte años no es nada”, llegar a los cuarenta es
-cuanto menos- un punto propicio en la línea del tiempo para mirar hacia atrás
y obtener una retrospectiva instantánea. De este examen, surge en primera
instancia el asombro por la relevancia de lo hecho y, casi al unísono, la
percepción de su bondad.
¿Qué agregar, entonces, a la
ingente labor desarrollada por la Exposición del Libro Católico en sus primeros
cuarenta años, si la historia habla por sí sola? Basta listar los lemas que
edición tras edición la tematizaron y vincularon sucesivamente las buenas
lecturas con el alimento del alma, la buena semilla, la luz para la fe y la
razón, los manantiales de sabiduría y los tesoros de misericordia, la
transmisión de la cultura y los valores, la defensa de la verdad, el servicio a
la vida y el fortalecimiento de la familia. Cuántas de estas afirmaciones son
miradas hoy con extrañeza en medio del relativismo instalado en nuestras
sociedades. Cómo en cuarenta años se han vuelto sentencias contracorriente y
esto instala a la Exposición del Libro Católico no ya como un evento oportuno,
sino como un acontecimiento necesario para reconectarnos con lo valioso en un contexto
de creciente complejidad.
Como miembros de FACE, Obra
Monseñor de Andrea, celebramos con alegría que nuestra sede haya albergado a la
exposición durante once ediciones. Pues estamos convencidas de que pervive en
ella el espíritu de nuestro fundador y que su auspicio contribuye a dar
cumplimiento a nuestro objeto fundacional.
Porque esta obra
evangelizadora, no sólo promueve el encuentro con los buenos libros, sino que
también afianza los lazos interpersonales, sumando a la cultura del encuentro a
la que el Papa Francisco hace constante referencia. Y es aquí, justamente,
donde la perspectiva retrospectiva se convierte en plataforma de desplazamiento
hacia el futuro, augurando la persistencia y crecimiento del proyecto nacido
hace hoy cuarenta años.
Sin dudarlo, la Exposición
del Libro Católico seguirá componiendo una experiencia única de la que sus
lectores saldrán enriquecidos, fortalecidos y transformados. Que María, en su
advocación de Nuestra Señora del Libro, la continúe bendiciendo y nos permita
seguir aportando a su potente trayectoria de difusión de lo bueno, lo bello y
lo verdadero.
Mariángeles Castro Sánchez
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(1) Borges, J. L. (1969). Un lector. En Elogio de la sombra, Buenos Aires, Emecé.
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Acto inaugural de la XXVII Exposición del Libro Católico Casa de la Empleada -Obra de Mons. Miguel de Andrea- 31/08/2015
La
Coordinadora General de la Federación de Asociaciones Católicas de
Empleadas, Mariángeles Castro Sánchez, con su esposo y sus hijos, en
nombre de todas las familias, acercan una ofrenda floral a la imagen
de Nuestra Señora de Luján (talla vestida del siglo XVIII, donada por
Monseñor de Andrea y entronizada en la Capilla de esta Casa).
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