jueves, 8 de febrero de 2024

UNA BENDICIÓN PARA LA PATRIA CATÓLICA (por Cristian Rodrigo Iturralde)

 “A cada época la salva un pequeño
puñado de hombres que tienen el
coraje de ser inactuales”.
G.K. Chesterton

Recuerdo con mucho cariño el momento en que conocí a don Manuel Outeda. Habrá sido por el año 2012, en Sarmiento 1272, casa central de la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas. Rondaba yo los 30 años y me encontraba haciendo mis primeras armas como escritor, y había sido una gratísima sorpresa para mí que se me invitara a compartirlo en la ya entonces legendaria Exposición del Libro Católico, donde destacaban obras de hombres insignes del pensamiento –verdaderamente- católico y patriótico como el P. Alfredo Sáenz, Antonio Caponnetto, P. Claudio Sanahuja, Enrique Díaz Araujo, entre otros grandes maestros.

Recuerdo también vívidamente con que ansias esperábamos cada año esta exposición, que exhibía aquellos libros que ya nadie se animaba mostrar y que cada día se tornaban más necesarios.

Pero hay personas, patriotas y católicos cabales, que no solo no se dejan intimidar por las "policías estatales del pensamiento" ni influenciar por la cobardía de los "bien pensantes" (incluidos algunos nominalmente católicos), sino que entienden que las adversidades presentan el escenario mas propicio para probar la convicción del cristiano, el amor a Dios y a la Patria. Un ejemplo de este cristiano arquetípico es Manuel, y quienes lo conocen saben que no exageramos un ápice.

Nada lo detiene: así es el soldado de Cristo. Con escasos recursos y con no pocos reveses de todo orden, siempre logró que aquel soplo de aire puro y fresco permaneciera incólume año tras año, para todos nosotros.

No me queda más que agradecer enormemente a este gran amigo por su entrega y generosidad, ejemplo de perseverancia en el buen combate, haciendo propio aquello de que la vida del hombre es milicia sobre la tierra.

Muchas gracias por todo.

 Cristian Rodrigo Iturralde
Septiembre 2020

PERSEVERANCIA EN LA VERDAD (por Mons. Mario Bonabotta)

 

El apostolado del buen libro es cosa excelente. Pero si a esa excelencia se le agregan 44 años de perseverancia, entonces somos beneficiados por un auténtico testimonio por la Verdad. Testimonio esforzado, que ha conocido muchas veces la prueba de la aparente indiferencia y la persecución. Porque la Verdad no deja indiferentes en su camino, como no hay indiferentes en el camino que pasa ante la cruz. Quienes continúan, indolentes, por el camino que pasa delante de la cruz, son cómplices de deicidio. Quienes pasan de largo ante la verdad, son socios del error. 

Las precedentes, no son palabras de grandilocuencia aplicadas a la, más grande aun, obra del amigo Manuel Outeda y su “Exposición del Libro Católico”. De clara manera, tienen su fundamento e ilustración heráldica en el escudo de la ya venerable institución argentina del libro católico. El escudo de armas, como el nombre, es un sino que se ha de honrar. Cuarenta y cuatro años de trabajo continuo y serio, en los que la necesidad de ganancias no ha empañado el fin superior del apostolado sólido, sensato y de actual urgencia, lo refrendan. 

La “Exposición del Libro Católico” y su tarea de difusión del buen libro, ha sido un apoyo constante a lo largo de mi ministerio sacerdotal. Años, en que por cierto, ha abundado la hojarasca impresa con sello católico y. los creyentes deseosos de alimentar la fe, especialmente los jóvenes, en los distintos lugares donde me ha tocado ejercer la docencia y el ministerio, frecuentemente estaban en confusión o total desconocimiento de la fe y de las verdades próximas a la misma. Hoy, como desde aquellos años de su creación, en nuestro apostolado seguimos recomendando bibliografía que se encuentra en la “Exposición del Libro Católico”.

Al fautor de esta obra, quisiera recordarle las palabras del libro de los Hechos: “… que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio…” (20,24)

¿Qué motivaba a San Pablo a pedir la perseverancia con toda vehemencia?, primero: tenía el objetivo claro dado por Dios y confiaba en que el Señor le permitiría lograrlo. Segundo, el Apóstol se sentía en la deuda de compartir la verdad de la salvación. Tercero, conocía la situación en que viven quienes no conocen a Jesús. ¡Felicitaciones y perseverancia estimadísimo Manuel!

Que Nuestra Señora del Buen Libro bendiga la abundante buena semilla sembrada con frutos generosos y a quien es el alma de esta gran obra.

Mons. Mario Bonabotta